1) El Sol siempre sale por un punto cardinal y se pone por el punto opuesto, al igual que las primeras estrellas del ocaso y las últimas del alba.
Contempla un amanecer y fíjate por donde sale el Sol. Según tu ubicación geográfica esto puede ser por encima de una montaña, de un llano, de un río, etc., pero siempre será desde una misma ubicación, si ves varios amaneceres seguidos. Del mismo modo, al concluir el día, el Sol se “esconderá” por un punto distinto, que será el opuesto por el cual apareció al amanecer, y esto se repetirá invariablemente según transcurran los días.
Al realizar este ejercicio, no sólo notarás que el Sol sigue está “salida” por un punto y una “puesta” por el punto opuesto, sino que también podrás constatarlo en la “salida” y “puesta” de una o varias estrellas. Cuando atardece, al ser cada vez menor la luz solar, comienzan a verse las estrellas; pero si observas con atención, notarás que estás parecen provenir el mismo sector por donde apareció el Sol al amanecer. De la misma manera, cuando el Sol está a punto de aparecer en el próximo amanecer, notarás (en realidad lo habrás notado toda la noche) que esas estrellas se “ponen” por el punto opuesto, vale decir, por el mismo sector donde el Sol se escondió en el atardecer anterior.
Conclusión preliminar: Puntos cardinales. Este ejercicio, realizado durante unos pocos días, rápidamente te llevará a la conclusión de que el principal cuerpo celeste diurno (el Sol) y las numerosas estrellas que pueden verse poco después del ocaso y poco antes del alba, siguen un patrón equivalente de sectores de “salida” y puesta”. Esto es una primera aproximación al concepto de puntos cardinales, la forma más sencilla de orientarse en el cielo.