Los cohetes espaciales son máquinas que tienen la capacidad de volar al espacio mediante la superación de la velocidad de escape, escapando de la fuerza gravitatoria y quedar en órbita, o bien seguir su camino en aquellas misiones que incluyen sondas de exploración a otros planetas o cuerpos del Sistema Solar. Utilizan un motor de combustión interna, cuyo combustible puede ser sólido o líquido, mientras que su modo de funcionamiento puede consistir en un cohete de una sola fase o de varias fases.
En este último caso, su funcionamiento radica en que cada fase va entrando en combustión una por una, y cada vez que se agota el combustible de una fase, ésta se desecha hasta ir ascendiendo por el resto de fases. La carga útil va en el extremo superior del cohete, que puede consistir en satélites artificiales, tripulación de astronautas o una sonda interplanetaria.
Se espera que a futuro se desarrollen cohetes más eficientes, así como sistemas de propulsión que provean suficiente energía para misiones largas.
El tipo de cohete más famoso utilizado en astronáutica es el Saturno V, que sirvió para las misiones Apollo que fueron a la Luna, mientras que entre las sondas más famosas se encuentran las misiones Voyager, Mars Exploration Rovers o Cassini-Huygens.
Sondas espaciales
Las sondas espaciales, por otro lado, son verdaderos laboratorios científicos reducidos al tamaño de un dispositivo, en ocasiones no mayor al tamaño de un automóvil. Su propósito es el estudio de objetos del Sistema Solar, tales como planetas, asteroides o cometas, y están equipados con una serie de instrumentos que les permiten recoger una gran cantidad de datos del objeto de estudio.
Suelen incluir cámaras fotográficas, radares, dispositivos medidores de diversos tipos de radiación, espectrómetros, etc. Todas deben contar con paneles solares para alimentarse de la energía del Sol, así como, en el caso de las sondas interplanetarias, escudos de protección térmica para soportar el ingreso a la atmósfera del planeta.